A menudo el sentimiento de identidad nacional se presta a una interpretación perversa y es señalada como motivo de sufrimiento de los pueblos. Pero la ausencia de dicha indentidad hacia el Estado donde vives, y la convicción de pertenecer a una cultura y tradiciones ajenas a tu país, es tan perjudicial para el progreso de la propia sociedad como una desproporcionada exaltación de ese mismo sentimiento.